sábado, 3 de marzo de 2018

SEGUIMOS FABRICANDO PERILLANES




La siguiente cita del “capitulo L” de Oliver Twist, nos recuerda como su autor Charles Dickens quería y lo consiguió, llamar la atención sobre esas sociedades que con los adelantos “industriales” de la era moderna, dejaban sectores marginales a los que les esperaba una infancia terrible y una subsistencia apoyada en la mendicidad y la delincuencia en todas las formas inventables y alguna mas…

Muchas personas que son buenas pero ignorantes, creen, al leer esto, que son cosas del siglo XIX… que ya las hemos superado… Es cierto que algunas ciudades no muy grandes y muy cuidadas consiguen reprimir estos suburbios… otras los expulsan lejos y los tapan… pero al fin existen…
¿Cómo se llama donde tu vives?
¿Cuántos Oliver Twist habitarán en estas escuelas de sufrimiento y perdición?

“A orillas del Támesis, no lejos de la iglesia de Rotherhithe, allí donde se alzan sobre el río los edificios más sucios y ruinosos, y los barcos son más negros como consecuencia del polvo de la hulla y del humo que escapa de los caserones emplazados al borde mismo de las aguas, existía, y existe en la actualidad, la más inmunda, la más singular, la más extraordinaria de las localidades que encierra en su seno la ciudad de Londres, y que desconocen, hasta de nombre, la inmensa mayoría de sus habitantes.
Para llegar hasta el sitio a que me refiero, preciso es atravesar una enmarañada red de callejas estrechas, tortuosas y cubiertas de lodo, frecuentadas por la población más pobre y grosera de la ribera, y dedicada al tráfico que los lectores adivinarán sin esfuerzo.
Encierran las tiendas las provisiones más baratas y menos delicadas: penden de la puerta del tendero, de las fachadas de las casas y de las ventanas los tejidos más burdos y ordinarios y las ropas menos conformes con las exigencias de la moda. El que penetra por aquel lugar, ha de pasar entre apiñados grupos de obreros sin trabajo, cargadores de lastre, descargadores de carbón, ha de codearse con turbas de mujeres desvergonzadas, con ejércitos de muchachos harapientos, con la escoria, la hez de la playa, ha de cerrar los ojos a espectáculos nauseabundos, y la nariz a miasmas de corrompidos, y los oídos al estruendo ensordecedor que producen los millares de carros que cruzan por todas partes, transportando pesadas mercancías desde los almacenes a los barcos, o desde éstos a aquéllos. Cuando al fin llega a calles más distanciadas y menos transitadas que las que acaba de dejar a sus espaldas, encuentra el visitante edificios que se sostienen de milagro, casas desmanteladas, paredes que amenazan caer sobre su cabeza, chimeneas medio derruidas, ventanas defendidas con barrotes de hierro enmohecido, más que enmohecido, comido por la herrumbre, y todas las características de la desolación y del abandono.

En esos parajes, más allá de Dockhead, en el poblado de Southwark, háyase la llamada Isla de Jacob, circundada por un foso lleno de fango, de unos seis a ocho pies de profundidad por quince o veinte de anchura, en otro tiempo llamado Mill Pond, nombre que en nuestros días ha sido reemplazado por el de Folly Ditch. El foso desemboca en el Támesis y puede llenarse de agua a todas horas abriendo las esclusas de Lead Mills, que fueron las que le dieron el nombre antiguo. Cualquier extraño que en ocasiones semejantes escogiera como observatorio uno de los puentes de madera tendidos por Mill Lane, vería que los habitantes de las casas de entrambas orillas bajaban desde las ventanas cubos, pozales y vasijas de toda clase que luego izaban llenas de agua, y si luego, separando la vista de tales operaciones domésticas, la dirigía a las casas en sí, sorprendería escenas que llevarían su sorpresa hasta un punto indecible. Desvencijadas galerías de madera comunes a la parte posterior de media docena de casas, provistas de agujeros abundantes para contemplar, sin duda, el mar de cieno que duerme debajo; ventanas rotas, sin cristales, de los cuales sobresalen largas pértigas que servirían para tender en ellas ropa blanca si la ropa blanca no fuera allí artículo desconocido; habitaciones tan estrechas, tan sucias, tan infectas, que el aire no se atreve a visitarlas por temor a contaminarse, casuchas de madera emplazadas sobre el fango, que amenaza tragarlas, y que más de una se ha tragado ya, paredes ennegrecidas en ruinas... en una palabra: sus espantados ojos encontrarían la miseria, la pobreza, con todo su horrible séquito de suciedad, de basura, de hediondez.”

Dos noticias de estos últimos días quiero que relaciones…
¿Conoces ese problema de muchas ciudades de España que tienen en custodia a cientos de niños y menores de edad que han llegado como inmigrantes y con los que no saben que hacer?... estoy encantado en que seamos un país que no los devuelva a su infierno de donde salieron por que no podían vivir… pero… ¿Qué hacemos con ellos?... Esperemos que sean tratados mejor que Oliver Twist en sus Hospicios parroquiales ingleses…

Y otra noticia que seguro conoces… el ejercito de Brasil (una potencia muy desarrollada en su entorno americano) ha entrado en las favelas de Río de Janeiro… ¿Qué harán con los niños de ese cuarto mundo?... ¿los emplearan para trabajos forzados o se deportaran como nos cuentan que hacían los déspotas soviéticos tras la segunda Guerra Mundial?

Tendré que seguir leyendo… para no pensar… una novela de suspense… que si no me desvelo y no puedo dormir… ¿hay que descubrir al asesino? 



Escrito por: Javier Morera

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